Tanmateix, una primera impressió és que deu ser massa fàcil caure en pràctiques corruptes. La corrupció, definida com “el mal ús o abús del poder polític per al benefici personal i privat”, té un nivell universal: es dona als països rics i compromet el desenvolupament dels països pobres – no té límits ni geogràfics ni culturals- i és transversal a tots els sectors socials. I tampoc té límits en el temps, el primer cas de corrupció conegut està en el regnat de Ramsés IX, 1.100 a.C, en que un funcionari s’associà a una banda de profanadors de tombes. Per tant estem davant d’un fenomen netament humà.
El dany de la corrupció no es només material o econòmic, sinó que forada de ple els béns immaterials, la dimensió qualitativa de la vida social. Quina resposta s’hi pot donar?. A nivell col•lectiu s’ha d’eliminar l’humus que fa créixer com a bolets els casos de corrupció: manca de transparència, el problema del finançament dels partits polítics, l’extrema lentitud del Tribunal de Comptes, l’absència d’auditors externs i d’interventors independents...per administracions públiques i partits polítics. Joan Pau II introduí el concepte d’ecologia humana per indicar que s’han de cuidar les bases educatives i morals en que se sosté la vida social i política: els comportaments corruptes s’han de comprendre com el fruit de ferides en aquesta vida social. Una família que no compleix amb la seva missió, una degradació de les condicions de vida, una escola impotent, quins models presenten els mitjans de comunicació...és el terreny abonat perquè aparegui la corrupció. Una corrupció que implica no un treball en solitari, sinó un conjunt de relacions de complicitat, consciències enfosquides, amenaces, pactes no escrits....etc.
Fa poc, un destacat polític ha dit, “no hi ha corrupció fins que no es demostri el contrari”. Crec que, millor dit, no hi ha corrupció mentre un actua honestament i al servei del bé comú, i segurament això és difícil. Estem al cor de la consciència del servidor públic: ¿per a què hi estic aquí?; ¿per a què m’he afiliat a un partit polític?; ¿què és el que realment mou el meu treball, la meva vida?. De res serveixen grans estructures i burocràcies sinó canvia realment el cor de la persona humana.
Publicat a l'Enllaç dels Anoiencs el 31 de gener de 2013.
Corrupción
Desconcierto y rabia. El alud de noticias de corrupción política –en todas las siglas con poder político- deja a los ciudadanos de pie con una sensación de desorientación. Y todo esto en el peor momento para recibir novedades así: el contexto es ‘un cóctel explosivo’ que hace que resulte extraño que no pasen más cosas. Sólo un dato: la tasa de paro en España es del 26%; en el año 1932 –en plena gran depresión y en el año del ascenso de los nazis al poder- en Alemania la cifra de parados rondaba el 32%, y en los EEUU un 23%. Es un dato que nos puede dar una idea, pero teniendo en cuenta también que el cálculo de las estadísticas ha cambiado muchísimo desde entonces y que la fuerza laboral de los años treinta, sin la plena incorporación de la mujer al mercado de trabajo y una protección social peor, era muy diferente de la actual.
Aun así, una primera impresión es que debe de ser demasiado fácil caer en prácticas corruptas. La corrupción, definida como “el mal uso o abuso del poder político para el beneficio personal y privado”, tiene un nivel universal: se da en los países ricos y comprometo el desarrollo de los países pobres – no tiene límites ni geográficos ni culturales- y es transversal en todos los sectores sociales. Y tampoco tiene límites en el tiempo, el primer caso de corrupción conocido está en el reinado de Ramsés IX, 1.100 a.C, cuando un funcionario se asoció a una banda de profanadores de tumbas. Por lo tanto estamos ante un fenómeno limpiamente humano.
El daño de la corrupción no se sólo material o económico, sino que agujerea de pleno los bienes inmateriales, la dimensión cualitativa de la vida social. Qué respuesta se puede dar?. A nivel colectivo se tiene que eliminar el humus que hace crecer como setas los casos de corrupción: carencia de transparencia, el problema de la financiación de los partidos políticos, la extrema lentitud del Tribunal de Cuentas, la ausencia de auditores externos y de interventores independientes...para administraciones públicas y partidos políticos. Juan Pablo II introdujo el concepto de ecología humana para indicar que se deben cuidar las bases educativas y morales en las que se sostiene la vida social y política: los comportamientos corruptos se entienden como el fruto de heridas en esta vida social. Una familia que no cumple con su misión, una degradación de las condiciones de vida, una escuela impotente, qué modelos presentan los medios de comunicación...es el terreno abonado porque aparezca la corrupción. Una corrupción que implica no un trabajo en solitario, sino un conjunto de relaciones de complicidad, conciencias oscurecidas, amenazas, pactos no escritos....etc.
Hace poco, un destacado político ha dicho, “no hay corrupción hasta que no se demuestre el contrario”. Creo que, mejor dicho, no hay corrupción mientras uno actúa honestamente y al servicio del bien común, y seguramente esto es difícil. Estamos al corazón de la conciencia del servidor público: ¿para qué estoy aquí?; ¿para qué me he afiliado a un partido político?; ¿qué es el que realmente mueve mi trabajo, mi vida?. De nada sirven grandes estructuras y burocracias sino cambia realmente el corazón de la persona humana.
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