jueves, 28 de junio de 2012

La primera vegada que va veure el mar

Un fet real ocorregut ben a prop nostre. Un cas de 'reagrupació familiar': la mare -immigrant, anys treballant a Catalunya- després de molts tràmits, aconsegueix de reunir-se amb la seva filla per a començar, ja juntes, una nova vida aquí.
La nena, de deu anys, prové d'una zona d'Amèrica sense sortida al mar. Amb un grup d'amics i coneguts, mare i filla es dirigeixen al Port Olímpic de Barcelona i resten sorpresos i senzillament emocionats davant la reacció de l'infant en veure per primera vegada el mar. Un impacte que encara succeïx al segle XXI. El mar, amb tota la seva majestuosa i grandiosa presència causà una impressió fortíssima a la nena, que semblava que es tornés boja d'alegria. Corria sense parar per la platja, d'un lloc cap a l'altre, intentant banyar-se, tot i que l'aigua encara era molt freda. Els qui ho veien, avesats a veure el mar, no s'esperaven una reacció així; és més, ingènuament, creien que ja no quedaven persones en aquest món sense haver vist mai la mar.
"Mamá, mamá...de donde viene tanta agua?", pregunta encuriosida sense poder treure els ulls de l'espectacle natural de les onades, la sorra, la línia de l'horitzó. Jo també, quan era petit, pensava que després de la línia s'acabava el mar, i em costava d'entendre que després de la línia, el mar continuava. I és que el mar, amb la seva immensitat, fascina i seguirà fascinant. El tema de la primera vegada que un veu el mar, que als nens i a les ànimes sensibles el causa un impacte a vegades fins a les llàgrimes, curiosament també fou tractat per Miguel de Cervantes en l'obra universal del Quixot, en l'episodi de la seva visita a Barcelona (capítol LXI de la segona part): "¿Qué es eso que ven mis ojos amigo Sancho? ¿Acaso cielo y tierra se han vuelto del revés? ¡Nunca cosa igual ha sido vista por mis ojos, tanta agua rodeada de tan poca arena!. Espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera es este cielo terrenal. Pienso que en toda la Mancha no cupiera semejante bañera de agua con sal. Llámanlo Mar a este cielo navegable, a este ente perfecto, cúmulo de antónimos. Pues yo me pregunto: ¿existirá otro lugar donde convivan calma y tempestad, quietud y movimiento, avance y retroceso? La compacta arena y la esponjosa espuma, la dura piedra y la blanda alga; el fin del mar es el principio del horizonte. ¡El mar es en sí antítesis pura!".
Aquesta anècdota em fa pensar en com els adults perdem a vegades la capacitat de fascinació que tenen els infants. Una persona s'envelleix quan ja res no el sorprèn, quan tot té una explicació en la seva 'lògica' o quan ja no espera res de nou. Una fascinació que pot ser resultat, com aquest cas, d'un nou horitzó paisatgístic-natural; però que també pot ser per l'obertura de nous horitzons personals -'fer un amic és conèixer un nou món'-, intel·lectuals, espirituals, literaris. Tant de bo tinguem la humilitat de reconèixer que, com la nena sudamericana al port de Barcelona, els nostres propis horitzons són limitats i mantinguem, com ella, sempre la porta oberta a descobrir-ne de nous i de més grans.
Publicat a l'Enllaç dels Anoiencs el 28 de juny de 2012.


La primera vez que vio el mar
Un hecho real y cercano. Un caso de 'reagrupación familiar': la madre -inmigrante, años trabajando en Cataluña- tras muchos trámites, consigue de reunirse con su hija para empezar, ya juntas, una nueva vida aquí.
La niña, de diez años, proviene de una zona de América sin salida al mar. Con un grupo de amigos y conocidos, madre e hija se dirigen al Puerto Olímpico de Barcelona y todos restan sorprendidos y sencillamente emocionados ante la reacción de la niña al ver por primera vez el mar. Un impacto que todavía sucede en el siglo XXI. El mar, con toda su majestuosa y grandiosa presencia causó una impresión fortísima a la niña, que parecía que se volviera loca de alegría. Corría sin cesar por la playa, de un lugar hacia el otro, intentando bañarse, aunque el agua todavía era muy fría. Quienes lo veían, avezados a ver el mar, no se esperaban una reacción así; es más, ingenuamente, creían que ya no quedaban personas en este mundo sin haber visto nunca la mar.
"Mamá, mamá...de donde viene tanta agua?", pregunta curiosa sin poder sacar los ojos del espectáculo natural de las olas, la arena, la línea del horizonte. Yo también, cuando era pequeño, pensaba que tras la línea se acababa el mar, y me costaba de entender que después de ella, el mar continuaba. Y es que el mar, con su inmensidad, fascina y seguirá fascinando. El tema de la primera vez que uno ve el mar, que a los niños y a las almas sensibles les causa un impacto a veces hasta las lágrimas, curiosamente también fue tratado por Miguel de Cervantes en la obra universal del Quijote, en el episodio de su visita en Barcelona (capítulo LXI de la segunda parte): "¿Qué es eso que ven mis ojos amigo Sancho? ¿Acaso cielo y tierra se han vuelto del revés? ¡Nunca cosa igual ha sido vista por mis ojos, tanta agua rodeada de tan poca arena!. Espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera es este cielo terrenal. Pienso que en toda la Mancha no cupiera semejante bañera de agua con sal. Llámanlo Mar a este cielo navegable, a este ente perfecto, cúmulo de antónimos. Pues yo me pregunto: ¿existirá otro lugar donde convivan calma y tempestad, quietud y movimiento, avance y retroceso? La compacta arena y la esponjosa espuma, la dura piedra y la blanda alga; el fin del mar es el principio del horizonte. ¡El mar es en sí antítesis pura!".
Esta anécdota me hace pensar en como los adultos perdemos a veces la capacidad de fascinación que tienen los niños. Una persona se envejece cuando ya nada lo sorprende, cuando todo tiene una explicación en su 'lógica' o cuando ya no espera nada nuevo. Una fascinación que puede ser resultado, como este caso, de un nuevo horizonte paisajístico-natural; pero que también puede ser por la apertura de nuevos horizontes personales -'hacer un amigo es conocer un nuevo mundo'-, intelectuales, espirituales, literarios. Ojalá tengamos la humildad de reconocer que, como la niña sudamericana en el puerto de Barcelona, nuestros propios horizontes son limitados y mantengamos, como ella, siempre la puerta abierta a para descubrir horizontes nuevos y más grandes.



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